Está tan pendiente de la carretera, tan concentrado en conducir y no equivocarse que apenas se da cuenta de la multitud de veces que le observo. Me fascinan esas caras que pone, incluso sus gestos cuando uno gira sin poner el intermitente, o cuando un conductor no decide en que carril quiere ir, y va circulando por los dos, es tan él en esos momentos. Me encanta cuando, en cuanto puede, y puede dejar libre la mano derecha, la apoya en mi pierna y la acaricia... o cuando en un semaforo me besa, aunque sea con los ojos abiertos, pendiente de que se ponga en verde.
Me encanta cuando dice mi nombre, aunque sea de manera autoritaria. Como se preocupa por mi, como me defiende.
No necesito nada mas de él. No le pido nada más, solo que esté, que no se vaya, que tenga paciencia cuando me ponga gruñona, o cuando me enfurruñe por tonterias. Solo quiero que sea él conmigo.
Porque me gusta tanto, cuando sin esperarlo me suena el movil, y se que es él. Esa sensación en el estomago, el cosquilleo, la sonrisita tonta... lo echaba tanto de menos.
Todavía me pongo nerviosa cuando me dice: baja, que estoy aquí. Bajo por las escaleras, rápido, y antes de salir por la puerta, cojo aire, me pongo en su sitio el pelo, y salgo, y ahí esta él, esperando, y siempre igual de guapo, y con esas sonrisa en la cara que enamora.
Hacía tanto que no me sentía tan libre, tan contenta y tan fresca, que creo que ni lo recuerdo. Hacía tanto que no me sentía ilusionada, alegre y entusiasmada. Mi vida dejo de ser la misma desde que apareció él así, sin avisar. Yo no he vuelto a ser la misma, y él es el culpable de que en mi cara, practicamente todos los días, se dibuje una sonrisa.
No tengo miedo a afrontarme a nuevos retos, o complicaciones en mi vida, al igual que no tengo miedo a mi pasado, porque está él, y se que no es lo único, pero es mi bote salvavidas favorito.
No cambio por nada, los momentos en los que en su coche, me tumbo encima de sus piernas y él, me toca el pelo diciendome esas cosas bonitas que tanto me cuestan de creer.
No cambio por nada, la tarde en mi sofa, escuchando esa canción... y no cambio por nada, la noche en Castellón.
Eso si, nunca cambiaría, ni cambiaré ninguno de los días que pase a su lado.
Porque cada beso y cada abrazo, son distintos, pero a la vez iguales. Porque te quiero, y no tengo miedo a decirlo.
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